Blogia
Florencia Ramos

"Palermo Hollywood"

"Palermo Hollywood" "Palermo Hollywood" cuenta cómo una amistad puede, o no, lesionarse irremediablemente.

En medio de tanto cine pretencioso, verborrágico y falaz a la vez, una película como Palermo Hollywood llama la atención . Porque es pretenciosa en su estilo, y verborrágica cuando debe serlo. Y está bien que así sea.

La historia central es la amistad entre Mario y Pablo, que viven en esa zona que ronda por la placita Serrano. Mario es hijo de un diputado, que reniega de su padre, de la colectividad a la que pertenece y que, sin otra necesidad que la de probar si, y sacar pecho, roba, es un delincuente. Distinto es el caso de Pablo, quien lo hace para vivir, ayudar a su padre taxista y para mantener a su mujer y su pequeña hijita.

La primera media hora, en la presentación de los personajes, el director apura el nervio, el montaje es brioso, todo asemeja a una historia contada a los apurones, como si no hubiera nada por contar. Parece que la forma prima por sobre el contenido, pero creer eso lleva a un error: a medida que se desande la trama, las complicaciones crezcan y los robos se transformen en un secuestro express, el ritmo interno se impulsará. Y la historia gana.

Ya no importa si están o no drogados, si son o no son fieles. A los personajes los motiva otra cosa: la amistad está allí adelante, y está en una situación límite.

Las actuaciones de los jóvenes Brian Maya (Mario), Matías Desiderio (Pablo) y Manuela Pal (Julieta), debutantes en el cine, son lo más destacable. Entre los mayores, Claudio Rissi vuelve a hacer de tipo duro del under —como en 76 89 03—, y a Cristina Banegas, vaso en mano, ya la vimos infinidad de veces. Martín Ajdemian, que fue coach actoral, compone a un policía sin dobleces —o con dobleces que lo hacen, si se quiere, humano—, y Miguel Dedovich se roba una escena en un interrogatorio. El director Eduardo Pinto no logró que Edgardo Nieva zafara del jefe-mafioso-abusador-homosexual.

Al menos, Palermo Hollywood no deja de dar aquello que venden sus afiches: nadie saldrá decepcionado. Fluctúa entre el mal llamado cine industrial o comercial y el más ambicioso. La película no conquistará multitudes, pero tampoco se ganará enojos enquistados.

fuente: Diario Clarin

0 comentarios